Enfermería e Inteligencia Artificial: una conversación con Esther Gómez
Bienvenidos a Palabras con Salud, un punto de encuentro donde hablamos con los mejores expertos para cuidar nuestro bienestar. Soy Marina Montiel y aquí cada palabra cuenta para mejorar tu salud. En el episodio de hoy, conversamos con una enfermera sobre divulgación sanitaria, mitos en salud, avances sanitarios e Inteligencia Artificial. Nos acompaña Esther Gómez, conocida como «Mi enfermera favorita», divulgadora científica, enfermera y profesora universitaria.
Cuéntanos un poco, para aquellos que no te conozcan, ¿quién es Esther Gómez?
Bueno, pues yo soy enfermera, acabé la carrera en 2015, lo que me da 9 años de experiencia profesional, aunque me parece que son más. Empecé hace unos 7 años la divulgación científica porque veía que era una forma diferente de llegar a la población y que tenía un impacto real en las personas. No me dedico a la parte asistencial, algo que seguro que luego a lo largo de la entrevista iremos comentando, ya que todo el mundo se imagina siempre una enfermera en un hospital. Sin embargo, yo lo digo siempre: hay enfermeras allí donde hay seres humanos y hay diferentes puestos. Nos dedicamos a la gestión, la dirección, la investigación y la docencia, que es donde yo me ubico, tanto a nivel público en la universidad como a nivel privado en la parte de postgrado de enfermería. Además, estoy en la divulgación, una rama más que creo que es muy necesaria.
La vocación en enfermería
¿Decidiste estudiar enfermería por algo? ¿Había alguien de tu familia que te inspiró a dedicarte a la enfermería o a estudiarla?
Bueno, esto suena muy atípico porque en mi familia no. Tengo una tía, pero no es familia directa. En mi núcleo familiar más cercano no hay ni un solo sanitario, así que no es algo que yo viviera de cerca. De hecho, cuando entré en enfermería ni siquiera sabía qué hacían las enfermeras realmente, y esto suena un poco atípico porque en mi caso lo he contado mucho: fue por una serie, por Anatomía de Grey. Veías ese vínculo tan personal, aunque obviamente no es la realidad, pero fue un poco esa parte romántica la que me llevó.
Yo creo que cada uno tiene su historia, cada uno tiene la razón por la que elige su carrera, pero en enfermería sí que tenemos una semillita de vocación muy importante, a veces confundida con la idea de que no debe estar remunerado. Luego nos meteremos en eso, pero tiene una parte de vocación de querer ayudar a las personas que, en mi opinión, es muy bonita en nuestra profesión y es lo que a mí me hizo decantarme. Como siempre digo, la salud es algo que da igual de dónde vengas, da igual el dinero que tengas, da igual tu trabajo; cuando nos toca la salud, da igual todo, porque un cáncer nos pilla a todos por igual, o una esclerosis múltiple nos pilla a todos por igual. Por eso, la enfermería es algo que no se puede comprar, sino que es algo, que como yo digo siempre, “cuando un paciente no puede levantarse, cuando un paciente no tiene sus manos, es ahí donde está la enfermería».
Una serie te inspiró y ahora te dedicas a la divulgación, sobre todo en redes sociales, ¿verdad? ¿Está todo un poco digitalizado en torno a tu vida, por lo que me cuentas?
El impacto de la divulgación en redes sociales
Sí, aunque mi producción no es igual, lógicamente. Yo vi en la divulgación una forma de tener un impacto real en la salud de las personas. No sé si… ¿Cuál es la última vez que tú y yo, como pacientes, hemos ido al centro de salud? La realidad es que, desde que terminamos la vacunación hasta que empezamos a tener un problema de salud grave, que normalmente llega con la edad, no vamos al centro de salud. Así, todos estos programas de educación para la salud, de prevención de enfermedades o de atención al paciente crónico, por desgracia, a pesar del sistema tan bueno y los sanitarios tan buenos que tenemos en España, no llegan a los pacientes.
Y para mí era una forma de decir: «Oye, ¿dónde está la gente y a qué hace caso la gente?». Pues, nos guste o no, a las redes sociales y a este contenido digital. Entonces dije: «Oye, voy a ir allí para llegar a las personas y poder tener un impacto en su salud».
De contenido para estudiantes a divulgación general
Empiezas como enfermera, ¿no? ¿Y cómo es esa evolución hasta hoy, siendo «Mi enfermera favorita», con un canal de divulgación líder en España?
Pues, fíjate, ahora a veces me arrepiento un poco del nombre, ¿no? De que sea tan egocéntrico. No pensaba que iba a llegar a donde estoy llegando en estos momentos. Mi contenido, en un principio, era para estudiantes. Siempre me he dedicado a la docencia; incluso de muy jovencita, como te decía, acabé en 2015 y en 2016 ya estaba dando clase en academias.
Al principio, hacía un contenido para estudiantes, de cualquier rama biosanitaria. Me di cuenta de que no había que ir a algo muy complejo, que es algo que siempre nos pasa a los sanitarios: queremos explicar la cosa más difícil y compleja.
A mí me cuesta esa parte, siempre tengo la frase de: «Explícalo como si lo explicaras a niños o a personas mayores», porque entre vosotros estáis acostumbrados a hablar en unos términos médicos.
Eso es, pero luego nosotros no lo entendemos, o la gente que nos está escuchando. Total. Mira, el otro día, Laura Sánchez, una actriz a la que le diagnosticaron diabetes hace tres o cuatro años, dijo: «A mí se me cayó el mundo encima, pero me salvó que una enfermera me explicara esto como si fuera para niños pequeños». Esto me ha recordado lo que has dicho ahora. Hay veces que tenemos que saber a quién tenemos enfrente, no a un compañero, no a un profesional, sino a una persona en el momento más vulnerable de su vida y, en este caso, a la que le han diagnosticado una enfermedad.
Entonces, no infantilizado, pero sí con empatía y con cariño, explicárselo de una manera que esa persona lo vaya a entender.
Que lo entienda, ¿no? Que sepa qué le pasa, cómo se va a curar y cuáles son un poco las soluciones y cómo tiene que avanzar.
Exacto, efectivamente. Y ahí fue donde yo di un poco este cambio, de explicárselo a compañeros o a otro tipo de estudiantes, y empecé a explicárselo al público general. Recuerdo que me escribió una arquitecta, una abogada, y me decía: «Oye, te sigo porque me ha parecido curioso, de repente he visto que hay más de un tipo de diabetes y yo solo sabía que existía una y pensaba que era por comer mucha azúcar». Y entonces ahí es donde vi que había una necesidad real en la población de empezar a comprender muchos términos que ayudan en el día a día, y sobre todo porque te empoderan. Si dices: «Ostras, es que hay determinados hábitos que yo tengo que no sé que son nocivos, y si no los cambio van a desencadenar en una enfermedad», pues al final es una forma de tener esa acción de salud pública y de educación para la salud con las personas. Y creo que es muy rentable, porque al ver que un vídeo tiene, a lo mejor, medio millón de reproducciones, te das cuenta de que estás teniendo un impacto real en muchas personas y que puedes ayudar a hacer un cambio de hábito.
El orgullo de la docencia universitaria
Dedicas tu carrera, Esther, a cosas muy diversas, pero si tuvieras que elegir quizá una de la que más orgullosa te sientes, ¿cuál sería?
A ver, te diría que la docencia en la universidad, porque me apasiona mi carrera y me apasiona la docencia. Poder enseñar a las enfermeras del futuro en una de las mejores universidades que tenemos en España, que es la Universidad Autónoma de Madrid, es un regalo. A mí me encanta, y fíjate, muchas veces aprendo yo más de ellos, estoy segura de que ellos de mí, porque hacen preguntas que, en el mejor de los sentidos, te «incomodan» en el sentido de: «Ostras, esto no me lo había planteado».
Te iba a preguntar por eso, ¿cuáles son las preguntas que más te hacen? Imagino que también para ellos y para ellas serás un referente, al fin y al cabo, con un perfil como el tuyo. ¿Qué es lo que más les preocupa o les interesa?
Pues a ver, creo que es muy chulo ver que no tenemos tanto salto generacional. Doy clase a jóvenes que tienen más o menos entre 19 y 22 años, así que llevarme solo 10 años con ellos es muy guay porque sienten empatía contigo, se sienten… Vamos, esto lo voy a decir en voz alta y me parece muy venido arriba, pero a veces me siento referente de ellos. Es muy bonito. Y fíjate, lo que más me impresiona es que últimamente están muy interesados en todo el tema de la tecnología y las nuevas herramientas para la docencia. Ellos mismos demandan una docencia que no sea la de la presentación de PowerPoint de toda la vida con las diapositivas, y demandan algo más atractivo y estimulante para ellos, donde también tengan participación, donde haya un role playing, donde les pongas en situaciones en las que tengan que intervenir, porque al final es un poco lo que les mantiene vivos y les remueve, y no es como lo que yo he vivido en muchas formaciones, no solo en la universidad, de un académico que está 6 horas hablando de su tema.
Yo creo que también, para hacer un poco ese punto de reflexión y autocrítica, tenemos que estar continuamente aprendiendo, yo la primera. Además, yo aprendo enseñando porque me cuestiono las cosas y, como decía antes, me hacen una pregunta y no pasa nada por decir a los estudiantes: «Oye, no lo sé». No lo sé, y no pasa nada. «Oye, qué interesante, me lo voy a leer y mañana os lo cuento», ¿no? Entonces, yo creo que ponerse en el punto de la docencia para mí misma también es un estimulante constante, porque quiero estar aprendiendo y actualizándome constantemente sobre lo que enseño y sobre lo que es mi profesión, al final.
El impacto de la divulgación sanitaria en redes sociales
Un poco al hilo de todo esto, Esther, ¿qué importancia tiene la divulgación sanitaria, concretamente, por ejemplo, en redes sociales, que tan presente está en tu vida?
Yo creo que tiene un impacto brutal. Para empezar, como siempre digo, los políticos solo miran el dinero, y esta es una de las acciones costo-efectivas más eficaces del mundo. Al final, tienes un sanitario… Imagínate, cuando hacemos este ratio de paciente-enfermera o paciente-médico, aquí estos ratios se difuminan porque con un único vídeo tienes un impacto. A veces veo que, hoy en día, con las redes sociales, hay gente comentando en francés o alemán en mis vídeos, y digo: «Wow, qué pasada, porque la salud es universal». El sistema sanitario quizás no, pero la salud es igual para todos.
Y dices: «Jo, qué qué qué pasada que un vídeo esté teniendo impacto». Y yo, Marina, cuando me llegan vídeos… Cuando he hecho el del ABCD de los lunares y me dicen: «Oye, me he detectado un melanoma a tiempo porque vi esto que lo tenía feo pero no sabía la implicación que podía tener, y he ido al dermatólogo». O: «Oye, he visto este vídeo tuyo sobre qué se produce en el cuerpo cuando dejas de fumar y he dejado de fumar por un vídeo tuyo». Y entonces es como que se te hincha mucho el pecho porque dices: «Oye, tienes un impacto real». A veces me pregunto: «¿Qué estoy haciendo grabándome vídeos en mi casa?».
Bueno, pues ayudando a los que nos están viendo y divulgando sobre los beneficios o también las complicaciones que tienen determinadas cosas. ¿Cuáles son los vídeos que más interesan a tu audiencia? Es decir, el contenido que mejor funciona o que más te demandan.
Sin duda, los mitos son lo que más funciona, porque al final es lo más extendido y, muchas veces, lo más universal, incluso a través de las generaciones. También funcionan muy bien los conceptos más básicos. La gente no quiere que le expliques la replicación del ADN, no. Ellos quieren, a lo mejor: «Oye, ¿es verdad eso de que si abro la nevera descalzo, que esto a mí mis padres me lo decían, te vas a electrocutar o vas a coger frío si sales poco abrigado?». Hay determinados mitos que, como digo, son transgeneracionales. El zumo… Esto te lo han dicho seguro, Marina…
Eso te iba a decir. Quiero saber…pues no sé, unos cuantos mitos que desmitifiquemos.
Pues mira por ejemplo, el frío. Tu madre te decía: “Ponte una rebequita”. Además, esto de que «cuando tu madre tiene frío, tienes frío». Pues, uno sería el del frío, ¿no? «Nos ponemos malos». Seguro que quien nos está escuchando ahora en invierno dice: «No, yo en invierno siempre me pongo malo». A mí me cuesta hasta con mi familia desmitificar, y no me creen. Sé que hay gente en mi familia que todavía no me cree. ¿Qué es lo que pasa? En invierno, obviamente, por la temperatura, es el momento en el que proliferan más microorganismos en el ambiente. Luego, pasan una serie de cosas en nuestro organismo que hacen que las infecciones sean más frecuentes, pero el frío no pone malo. Es decir, el frío es una temperatura, no es algo que vaya a entrar en tu cuerpo y vaya a desencadenar una infección. También habrá pasado lo de «no andes descalzo», que te… Pues Lucía, mi pediatra, que tiene un libro llamado «Los virus no entran por los pies», dice que eso tampoco es verdad. No, no nos va a entrar. ¿Por dónde entran los virus? Por la vía respiratoria.
Entonces, ¿qué sucede en invierno? Acordémonos de la pandemia: estamos más tiempo en sitios cerrados y sin ventilación porque hace frío y no vamos a abrir las ventanas. Cada uno viene de su casa, de su ambiente, y estamos concentrados con microorganismos pululando en una estancia cerrada. Y segundo, los cilios que tenemos en la nariz son unos pelitos que están ahí por algo; también hay vídeos virales de gente quitándoselos, ¡no os los quitéis! El cuerpo es sabio, y si están ahí, es por algo. Precisamente, estos pelitos lo que hacen es moverse para evitar que los bichos entren.
¿Qué pasa? Que cuando hace frío, esos pelitos funcionan peor y no se mueven con la flexibilidad que deberían. Por eso sí que moqueamos; esto lo habrás notado cuando vas a la montaña y dices: «No, yo empecé a moquear porque la montaña». Claro, porque como tu cuerpo detecta que la temperatura no está dejando que los pelitos se muevan bien, empieza a crear moco para que bajen todos esos microorganismos y no puedan entrar, pero eso no es que nos hayamos puesto malos.
¿Qué es lo que sucede? Que probablemente hemos ido a un evento, hemos ido a una aglomeración, hemos ido a algún sitio donde nos hemos encontrado ese bicho. Ese ha entrado en nuestro organismo y nos hemos puesto malos.
Es decir, el frío como tal, que bajen las temperaturas, no significa que aumentemos las enfermedades.
Eso es.
¿Más mitos que sean interesantes?
Pues mira, que se hayan demostrado, el mito de que el zumo de naranja hay que tomárselo rápido porque se van las vitaminas, es absolutamente incorrecto. Además, se demostró y se han hecho estudios científicos sobre ello para probar que no era cierto. Lo que se ha visto es que expuesto a temperaturas extremas —hablamos de, creo que eran 100 grados— es donde sí que la vitamina se deteriora y podría llegar a estropearse. También sí que se podría llegar a degradar, pero estamos hablando de muchas horas, de más de 24 horas, donde la vitamina, como cualquier otro nutriente, se va degradando poco a poco. Pero no, las vitaminas no se van, no vuelan, no hay que poner… Mi abuela ponía un film para que no se escapara.
¿De verdad? Bueno, mi padre, ahora que lo dices, ponía un platito encima. El típico platito de la taza encima.
Yo creo que inconscientemente a veces hacemos cosas sin saber por qué son, y no tienen base científica. Así que bueno, creo que esto es, de hecho, lo que más vende, y también los conceptos más básicos. Yo el otro día puse una cajita de preguntas y la gente me puso cosas que me parecieron interesantísimas: «¿Por qué bostezamos?», «¿Por qué lloramos?», «¿Qué pasa al crujirnos los nudillos…?»
Sí, eso es como muy…
…se produce artritis o artrosis. No, la respuesta corta es no, no se produce.
No hay ningún problema.
No hay ningún problema. Hombre, yo no lo recomiendo, a mí me da muchísima grima, pero no, no hay un problema y no vas a tener artritis y artrosis. Explicado, a mí me gusta mucho un ejemplo que vi de un traumatólogo: son como las burbujitas del papel de embalar. Realmente, lo que se crean son unas burbujitas de gas de los gases que hay dentro del líquido sinovial porque son articulaciones que tenemos y que simplemente, al hacer ese movimiento, explotan y suena ese sonido.
Productos de uso común desaconsejados
Y hablando de este tipo de cosas, ¿hay productos que usemos quizá en nuestro día a día, tipo, me invento, un bastoncillo, que no deberíamos de utilizar?
Sí, mira, estos ejemplos funcionan muy bien, y de hecho, ahora con todo el material gráfico y digital que hay, nos ayuda mucho a explicarlo, porque es algo que si ves la explicación, dices: «Es básico, qué tontería que no me haya dado cuenta de que esto no era así». Efectivamente, el bastoncillo de las orejas es algo que la gente utiliza muchísimo, y lo que haces es básicamente profundizar y empujar la cera al final del conducto. Hay personas que tienen más tendencia a formar cera, hay personas que tienen menos, y en esos casos se recomiendan los lavados hechos por un profesional, porque se puede perforar el tímpano. Al final, el tímpano, la cavidad del oído, está limitada por una membrana, y lo que necesitamos es liberarlo. Bien echando un chorro —suena así, pero así es como se hace, con un chorro de agua con unas jeringas especiales— para que el tapón se vaya. Si nosotros presionamos, parece el bolsillo de Dora la Exploradora, pero no, eso se acaba y al final se tapona.
Además, pasa que el algodoncillo es muy curioso, porque si lo ves en la caja, pone «bastoncillos para orejas», y claro, ¡no se deben utilizar en las orejas! Tienen filamentos de algodón o del material que se haya creado en concreto ese bastoncillo que se pueden quedar dentro y además producir infecciones.
Entonces, claro, por eso decía que no culpo a la población de que haga determinadas cosas, porque si a ti te venden una caja que pone «bastoncillo para oídos», pues tú dirás: «Serán para oídos», ¿no? Pero sí, creo que hay un montón de productos que, al final, con un vídeo sencillo podemos explicar que no deben usarse y que pueden ayudar a la gente a tomar estas medidas, como digo, con vídeos sencillos de redes sociales.
Buscaremos productos de ese estilo para hacer vídeos de este tipo.
Me has dado una idea para analizar en vídeos.
Hablando de mitos, Esther, también tenemos la parte de los bulos, ¿no? Hoy en día, cualquiera puede comunicar en redes sociales, o a través de un canal de YouTube o de un blog, sin tener los conocimientos o estudios que avalen su capacidad para comunicar e informar sobre salud. ¿Qué nos puedes contar sobre esto, sobre la importancia de frenar este tipo de información?
Fíjate, me parece interesantísimo. Tengo un hermano de 20 años, siempre le pongo de ejemplo. Precisamente él sigue cuentas de personas que no son profesionales de la salud y me enseña vídeos, diciéndome: «Mira lo que ha dicho no sé quién». El problema que tenemos ahora es que, a la vez que estamos en un mundo de información masificada y al alcance de todo el mundo, siento que estamos en un mundo de desinformación, y que es muy difícil incluso para mí, cuando quiero preparar un contenido, discernir cuál es la última evidencia científica. Es verdad que, evidentemente, para la población debe ser complejísimo.
Yo tengo una lucha, trabajo con el Ministerio de Sanidad también como asesora precisamente en visibilidad, liderazgo y difusión de campañas. A mí me encantaría que, aunque es muy difícil legislar esto, como pasa con la Inteligencia Artificial, que creo que vamos por detrás, porque suceden cosas constantemente y no hay una legislación todavía preparada para ello (y por desgracia, funciona muy lento)…
Me encantaría que los profesionales tuviéramos que identificarnos con un número de colegiado.
Igual que está el check azul, el check verificado.
Exactamente, porque yo creo que eso sí que ayudaría a las personas a identificar: «Oye, ¿de qué me tengo que fiar o de qué no?».
Y también que estuviera penalizado. Que estuviera penalizado cuando una persona hace un comentario, porque ha pasado en pandemia, cuando recomendaban beber agua hirviendo, provocando quemaduras de segundo y tercer grado en la vía digestiva. O hemos visto también en jóvenes: «Si te echas zumo de limón con bicarbonato en los ojos, se te van a aclarar los ojos». Un niño de 11 o una niña de 12 años lo ve y dice: «Ah, qué guay, me voy a aclarar los ojos», lo que resulta en quemaduras en la córnea.
No, o sea, estamos viendo cosas que para mí son delitos contra la salud pública y que no están penalizados, que no están controlados. Al final, en las redes sociales todo vale, y por eso, creo que sí es importante que, si no todos, al menos haya profesionales de salud presentes en las redes sociales para ayudar. Esto, al final, es como la batalla del bien y del mal, que ayuden a dar un poco de luz en estos temas, y que estuviera perseguido y penalizado igual que no puedes hacer publicidad de un fármaco o no puedes hacer alusión a «vamos a beber alcohol» porque está penado. Creo que los consejos de salud que van en contra de la salud pública también deberían estarlo.
Sí, bueno, y de hecho ya están eliminando contenidos en redes sociales que tienen palabras sexuales o imágenes que pueden dañar la sensibilidad. Pues bien, igual que se está haciendo todo esto, que se haga también con información sanitaria que, al fin y al cabo, debe tener, como bien decías, una legislación y debe estar contrastada.
El papel de la IA en la salud
Hablabas de la Inteligencia Artificial, Esther, y creo que es un tema muy grande, que ya no es futuro, sino más bien presente. ¿Qué nos puedes contar sobre la Inteligencia Artificial y, sobre todo, qué papel va a tener o tiene ya en el sector de la salud?
Bueno, yo para nada soy una experta; de hecho, estoy formándome en ello porque me parece súper interesante. La gente dice: «No, la Inteligencia Artificial es el futuro». No, la Inteligencia Artificial de hecho es el pasado y está siendo nuestro presente. La Inteligencia Artificial ya existía en los años 50, y simplemente lo que ha pasado ahora es que hemos accedido a una Inteligencia Artificial generativa y, sobre todo, accesible. Antes nos sonaba a chino porque nadie sabía cuáles eran esas aplicaciones, y era algo que quedaba quizás para los ingenieros o para profesionales especializados en cada una de sus ramas.
Creo que tenemos esa tarea pendiente, no solo las enfermeras o los médicos. Todas las profesiones deberíamos hacerlo, porque primero es algo bueno que nos puede ayudar a mecanizar procesos, a ayudarnos con todas las herramientas que ya utilizamos a hacerlas más eficaces y más productivas, y porque al final es algo que está entre nosotros y no podemos obviar.
Siempre hablo de esto, ¿no? Es como si los de Kodak, cuando salieron los móviles con cámara, como todo en este mundo, te tienes que actualizar, te tienes que reinventar. Y a mí me ha pasado: algunos alumnos en la universidad saben más de Inteligencia Artificial que yo sin saberlo. Es decir, ellos genuinamente han aprendido a utilizar ciertas herramientas, ciertas aplicaciones. Ahora es más que obvio que cualquiera puede hacerse su avatar y con su voz modulada puede estar ahí, y parece que eres tú, ¿no? O vi uno de unos estudiantes que estaban durmiendo pero aparecía su cara con los ojos abiertos haciendo gestos, asintiendo, y esto lo utilizaban chavales de 17 años.
Entonces, creo que, igual que nuestros padres probablemente tuvieron que hacer ese esfuerzo con las nuevas tecnologías, con las redes sociales, con el WhatsApp, con un montón de herramientas, ahora a nosotros también nos toca hacer ese esfuerzo e implementarlo dentro de nuestra profesión, cada uno como le corresponda.
Herramientas de IA en enfermería
¿Cuál es la herramienta que más te ha sorprendido, que hayas dicho: «Wow, esto, ¿cómo es posible?», quitando a lo mejor la que todos conocemos, ChatGPT?
O sea, a ver, quizás no es súper impactante, pero a mí, como profesional de la enfermería, sí que me sorprendió, de hecho, hice un vídeo sobre esto. Se llama Hippocratic AI, y es una aplicación que se ha desarrollado hace relativamente poco, es muy «joven», iba a decir, «tiene 6 meses», pero es que cuenta con más de 3 billones de parámetros. Han creado avatares de Inteligencia Artificial que son enfermeras y enfermeros, y cada uno de ellos, Marina, es experto en un área de la salud.
Es decir, tenemos el preoperatorio de apendicitis, cuando te van a hacer una colonoscopia, cuando te vayan a hacer cualquier tipo de intervención de menopausia, de paciente crónico, de todo tipo de seguimiento de adherencia terapéutica. Y estos avatares, por eso he dicho, no van a suplantar a la enfermera, o no lo creo, pero pueden hacer seguimiento del paciente, le hacen llamadas.
Además, tú, por ejemplo, le dices: «Oye, quiero que le llames al paciente, que le expliques todo pero que además le preguntes si está el marido delante, porque yo, por ejemplo, he visto que el marido cuando está delante de la mujer al llamarle, la mujer me miente y me dice que se ha tomado la medicación, que ha hecho todas las recomendaciones».
Claro.
Entonces, el avatar, que además tiene una latencia de respuesta de 2,2 segundos, o sea, literalmente casi como los humanos, puede decir: «Ah, pues mira, vamos a reagendar la llamada». Marina, tú imagínate que estuviera tu madre y tu padre o algún familiar tuyo. «Marina, reagenda la llamada», «dime otro día». Y entonces tú ya sabes que te está preguntando porque está tu marido delante y te reagenda la llamada.
Se ha visto que hasta los pacientes son más sinceros y dicen la verdad en determinadas cosas que les da vergüenza o que no quieren decírselo incluso a la enfermera, no solo porque haya un familiar delante.
Entonces es como el psicólogo, ¿no?, el terapeuta.
Pues casi. Entonces, yo creo que esto simplemente debemos decir: «Ah, los robots no… No creo que nos vayan a suplantar, pero a lo mejor esto me sirve». Porque después de una llamada de 40 minutos, lo que hacen estos asistentes virtuales es que te generan un informe con alertas, con alarmas, con determinadas cosas que requieren a lo mejor tu atención inmediata. Y a ti te sale una alerta de: «Marina, llama ya a este paciente», o no, o de un seguimiento que es adecuado y que puedes, en vez de citar al paciente la semana siguiente, dejarle un mes para que no venga y además desaturar el sistema sanitario.
Críticas y legado
Ser viral, Esther, también puede atraer críticas. ¿Cómo llevas esto? ¿Recibes muchas críticas, siendo un perfil como el tuyo que se dedica por y para ayudar y divulgar? Cuéntanos un poco.
A ver, la verdad es que recibo pocas porque, al final, mi perfil no es de opinión, es un perfil de evidencia científica. Lo único que intento es contar la ciencia, los cuidados y la salud en un lenguaje que todos entendamos. Es cierto que, en situaciones críticas como la pandemia, o donde hay ese halo de «nos quieren controlar», sí que he recibido críticas. Pero la verdad es que no es algo que me venga a la cabeza o, por suerte, no es algo muy negativo.
Porque al final, por ejemplo, si sale en nuestro país la nueva ley de la eutanasia, yo no voy a dar mi opinión. Tampoco quiero que mis creencias, mis valores o mi forma de ver la vida impacten en un paciente que va a tomar esa decisión, porque yo, además, no soy jueza de nadie, ni del bien ni del mal. Pero cuando sale la ley de la eutanasia, yo voy a explicar en qué consiste, cuáles son los límites, cuáles son las condiciones, cuáles son las situaciones en las que se va a conceder o no, para que la gente lo sepa y porque también muchas veces ayuda a comprender por qué se legisla o cómo se hacen las cosas. Es verdad que eso me ayuda Aún así me llevo críticas, pero a veces digo: «¿Pero de verdad a la gente le molesta que explique cuál es el mecanismo de la fiebre?». Pues sí, habrá alguien a quien le moleste, ¿no? Y obviamente, habrá alguna vez, y lo sé, que he metido la pata porque me he equivocado. Pero yo siempre digo: «Se equivoca el que hace, el que no hace no».
Desde luego, todo el mundo que tenga miedo a emprender en algo, se va a equivocar. Y esto suena muy «Miss Wonderful», pero la realidad es: ¿qué haces cuando te has equivocado? Leí el otro día una frase de Sartre: «Somos libres en función de lo que hacemos con lo que nos han hecho a nosotros». Es decir, luego cada uno es libre de saber cómo actúa y cómo se toma las cosas. «Oye, me he equivocado», sí. «Oye, lo siento, chicos, esto…». Y rectificas, y no pasa nada.
Pero es muy fácil en este mundo criticar al que está haciendo mientras estamos en nuestra casa, en el sofá, sin hacer nada. Y creo que eso es algo que la gente tiene que tener en cuenta. Que va a suceder. Ya sea la persona más brillante en el planeta, y no pasa nada, o sea, no vas a gustar a todo el mundo y yo estoy segura que habrá gente que no le guste cómo lo hago. Pues no pasa nada, si al final solo intento ayudar y poner mi granito en la salud de las personas.
Y de todo lo que has hecho, Esther, ¿qué es lo que más te enorgullece, de lo que más orgullosa estás? Has escrito también un libro.
Justo te iba a decir, del libro. Me hace mucha ilusión, porque fíjate, yo buscaba libros de enfermeras que hubieran hecho. Tengo compañeras brillantes, vamos, a las que admiro y ojalá yo haber hecho la mitad de lo que han hecho ellas, ¿no? Pero sí que yo echaba en falta como que hubiera un libro de a pie de divulgación para la gente.
De hecho, se llama «De la cabeza a los pies» porque precisamente lo que busco es ir de la cabeza a los pies dando consejos y desmitificando y ayudando a las personas a cuidarse y a saber conceptos básicos de salud. Entonces, me hacía mucha ilusión que fuera un libro que no fuera de nuestro nicho, que solo fueran a comprar enfermeras, sino que estuviera al alcance de cualquier persona. Además, prometo que no es una enciclopedia aburrida. Es, dentro de la posible narrativa que se puede hacer en un libro de salud, he intentado hacerlo lo más dinámico posible y se entiende super fácil, para que todo el mundo pueda acceder a él. Y te diría que ese es como mi bebé, de lo que más orgullosa me siento.
Por último Esther, ¿a quién te gustaría escuchar en Palabras con Salud?
Pues te recomendaría a Borja Nuñez, que él es un médico que además me decía: “joe esque te veo en redes y a mí me cuesta mucho”. Y es una persona brillante que además se está animando. Él es médico rehabilitador y además es súper deportista y me ha inspirado a hacer deporte. A mí me encantaría que a esa mente brillante tuviera acceso más gente. Me encantaría que viniera aquí, al podcast, porque te lo pasarías genial con él.
Borja, te esperamos. Esther ya te ha invitado así que yo te espero aquí. Esta silla es tuya.
Totalmente
Pues Esther, muchísimas gracias por acompañarnos en Palabras con Salud, ha sido un auténtico placer.
Muchísimas gracias Marina. Quería acabar con una reflexión y es que, en la medicina oriental, las personas pagan para estar sanos y cuando dejan de estarlo, dejan de pagar a su médico. Y fijate como somos en occidente, que es al revés. Nosotros no pagamos y estamos sin cuidar nuestra salud o darle el valor que tiene, y pagamos cuando estamos enfermos para que nos curen. Y esto a mi me hace pensar mucho en que no valoramos lo suficiente nuestra salud y deberíamos pagar por ella, por el regalo que es y que muchas veces no nos damos cuenta de que la tenemos y la damos por sentada.
Así que, ojalá esto haga reflexionar un poco sobre que, aunque es gratis, y damos por hecho que estamos sanos, poder respirar y levantarnos cada mañana sin dolor es algo que deberíamos valorar cada día de nuestra vida. Muchísimas gracias Marina.